De Vancouver a Edmonton
Bien, ¿dónde estaba? Ok, tenía en mi mochila los requisitos que un agente de Immigración me había pedido, y afortunadamente alcancé a tomar el último camión del día que partía desde Bellingham, Washington, hacia Vancouver, British Columbia.
Al llegar a la frontera pasó algo muy curioso: en vez de bajar a todos (los cuatro) pasajeros para que los agentes nos revisaran los papeles (checando nuestros datos en sus computadoras), decidieron que sería más fácil que los agentes subieran al camión. ¿Porqué? Pues supongo que era lo más fácil para todos los involucrados.
Subieron los oficiales, pidieron nuestros documentos, hicieron preguntas de rutina (¿A dónde va? ¿Cuánto tiempo piensa quedarse ahí? Et cétera), y nos dejaron pasar. Así nomás. A mí ni me pidieron nada además de mi pasaporte, que por cierto,
no me sellaron. Lo único curioso fue que un señor gringo no traía ni identificación, y lo dejaron pasar también. ("No sabía que necesitaba identificación, nomás vengo al funeral de mi hermano. Si no fuera por eso jamás habría venido a Canadá", je je.)
Y llegué a Vancouver. Por ahí de la 1:30 de la mañana le hablé a Laura a su celular para que me abriera la puerta del departamento de Marÿke (Meraika) e Ian. Alivio.
(Nótese que para entonces ya como que había algo entre Laura y yo, y supongo que el estrés de tanto drama (de ambos) sólo sirvió para que nos acercáramos más.)
En fin, la mañana siguiente nos paseamos por centro de Vancouver (muy padre), comimos con Marÿke, y tomamos nuestro camión a Edmonton. Yo tenía la duda acerca de la falta de sello en mi pasaporte, pero decidí que sería irrelevante una vez que encontrara trabajo. ¿Tuve razón? Pues sí y no. Estuve a punto de ser arrestado, bueno, detenido, que es muy diferente, y enviado a México. Pero a la mera hora no pasó de ser solamente un buen susto. Pero me estoy adelantando, ahorita apenas veníamos llegando a Edmonton.
... Y ya me querían echar pa' fuera. Bueno, pa' fuera de la casa. Sucede que la "suegra" decidió que ya era mucho arrime, que si no sería yo tan amable de buscarme otro lugar donde residir. Lo digo semi-amablemente porque así fue como ella me lo dijo a mí. No la culpo, pero a Laura le dió coraje y decidió salirse de su casa para acompañarme.
Pero antes siquiera de buscar departamentos, estaba pendiente la celebración que la familia y amigos de Laura tenían planeada para su papá.